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Entrada 02 – Semana 12
Hola, 6.8 centímetros,
Espero que estés bien por ahí dentro. Aquí fuera todo en orden; con algunos cambios, pero todo en orden. Voy a intentar hacerte un resumen de cómo está el patio por aquí, pero sigo un poco desconcertado todavía, así que perdona si no me explico todo lo bien que me gustaría.
Martina ya no vomita y eso es un logro importante. Ahora es como si no pasara nada. Si no fuera porque tiene un poquito más de tripa (que podría deberse perfectamente a unas cervezas de más a o un atracón de palomitas), no habría ningún cambio en nuestra vida. Pero lo hay, vaya que si lo hay.
No sé si puedes descojonarte ahí dentro o no (si me entiendes, da dos patadas. Jaja. Molaría, pero creo que no tienes piernas todavía, no lo sé. Todo esto me parece magia. ¿Cómo puede crecer una persona ahí dentro?).
Vuelvo al hilo, que me lío.
Me apetecía contarte una anécdota divertida: la primera comida que le sentó bien, por no decir de maravilla, a tu madre vegetariana fue… ¡Tacháááán! ¡Un kebab de pollo! La vida es injusta. A Martina se le antojó y nos lo comimos el día que salimos de la ecografía de las doce semanas, la primera que nos han hecho. Cambiando de tema: me encanta cuando hablo en plural y todo se lo hacen a Martina. Supongo que lo hago para sentirme parte de esto, porque si no solo me queda aquello de: “Papá, pone una semillita en mamá, y empuja con…”. Jeje. Perdón, que he desayunado con Miliki (que era un payaso de la tele, porque vas a leer esto de aquí mucho tiempo y no vas a tener ni puta idea de quién era Miliki. Era bastante gracioso si eras niño. Si no, te parecía un poco idiota, pero no he venido aquí a hablar de Miliki. Siempre me despisto).
Ahora mismo mides 6.8 centímetros, así que, de acuerdo a las leyes que yo mismo he dictado y que mantengo a fuego y hierro, todavía no tengo por qué ponerte nombre. Nos han dicho que tenemos un 70% de probabilidades de que seas chico y no tenemos ni idea de si nos parece bien o no, seguimos todavía en la fase de aceptar que vamos a tener un bebé. Al final creo que da un poco igual, nosotros lo que queremos es que seas feliz. Te prometo que nos vamos a esmerar en eso. El otro día tuvimos la tentación de empezar a buscar nombres en internet y casi nos meamos de la risa (el ser humano es extraordinario, ¡increíble!, ¡soberbio! Nunca pensamos que pudiera haber nombres tan geniales), al final recordamos la Ley Inviolable de los Diez Centímetros y hemos decidido esperar.
El ginecólogo nos dijo después de la ecografía que ya estamos fuera de riesgo y que podíamos empezar a contar lo del embarazo.
¡BUM!
Fue el punto de inflexión. Te parecerá mentira, pero hasta que no empiezas a contarlo no empiezas a creértelo tú también.
Primero se lo enseñamos a mis padres, tus abuelos. Les llamamos por videoconferencia (aunque tus abuelos estaban a diez kilómetros de casa, la videollamada tiene una explicación lógica, te lo prometo) y les hicimos creer que teníamos un perrito nuevo en casa. Cuando Martina enfocó al suelo para ver al “perro” yo les enseñé el ClearBlue. Casi se mueren del susto.
Aquí tengo que hacer un inciso y pensar en cómo te cuento esto. Me refiero a explicarte lo de llamar a alguien para darle una noticia tan importante estando a diez kilómetros de distancia. El tema es que llevamos cuatro meses encerrados en casa porque, más o menos cuando estábamos en Lanzarote pensando en ti, un virus de origen animal se transmitió a los humanos en una ciudad china y, en tres meses, el mundo entero se fue a la mierda. Poco después de que lo detectaran en China, prácticamente todos los gobiernos de todos los países del mundo decretaron el Estado de Alarma y nos encerraron a todos en casa. Suena a Apocalipsis Z, de Manel Loureiro, pero es una realidad como un templo. Así que no podíamos salir de casa y tuvimos que hacer uso del ingenio para darte a conocer al mundo. Hay que reconocer que tuvo sus puntos divertidos.
En fin, volviendo a mis padres y a su inminente ataque al corazón, sigo con la historia: ¡Vaya cara pusieron! No se lo podían creer. ¿Te acuerdas del párrafo aquel de la semana cinco “los padres son padres y los abuelos, abuelos…”? Pues yo creo que pensaron algo parecido. ¿Ellos abuelos? ¡Pero si tu “abuelo” todavía hace Ironmans! ¡Ironmans! ¿Tú sabes lo que es eso?
Los siguientes fueron los padres de Martina. Martina les dio una sorpresa (no tan bruta como la mía con el ClearBlue), pero como no era el primer nieto se lo tomaron bastante mejor. Aun así están ilusionadísimos. Y no es para menos, ahora ya tienen que venir sí o sí todos los veranos a Mallorca y pasaremos más tiempo juntos. La verdad es que les echamos mucho de menos y nos apetece verles ya, Argentina está muy lejos y tú harás que estemos un poquito más cerca. ¡Vaya viajes te vas a pegar en avión nada más nacer!
A mi abuela le hicimos leer una carta en una videollamada delante de toda la familia y no pudo terminar. Se puso a llorar y a reír a la vez cuando llegó a lo de “vas a ser bisabuela”, y todos nos pusimos a gritar y a celebrarlo. Supongo que para ella debe ser agridulce. Tiene que ser muy raro el amor que algo como tú genera en una persona que sabe que se le acaba el tiempo, pero la verdad es que desde que se lo dijimos no para de tejer calcetines, baberos, sábanas, y una ristra de cositas que supongo que nos vendrán muy bien. La “bis” está como un toro, así que es más que probable que la conozcas y eso me hará muy feliz, que lo sepas.
Cuando se lo contamos a los amigos sí que fue el Punto de No Retorno. Fue durante una videollamada en la que hacíamos un concurso por equipos (el ingenio se ha agudizado mucho estos meses de cuarentena). Se nos ocurrió preguntar quién iba a ser papá pronto y luego sacamos la ecografía. Gritos. Manos a la cabeza. Gente saltando de las sillas. Yo creo que hasta se coló algún insulto. No nos vamos a olvidar nunca de las caras que pusieron todos. Martina y yo nos meábamos de la risa. Voy a poner como ejemplo a Willy, pero la verdad es que tanto los amigos de Martina como los míos reaccionaron más o menos igual. ¿Cómo describir la cara de Willy? Fue como un cortocircuito en una central nuclear; algo así como: “pero… ¿Cómo que padre? ¿Tú? ¿Padre? Pero si hace nada estabas pegando los destornilladores de la clase de tecnología a la mesa con cola termofusible. Pero si hace nada estábamos saltando de las rocas desnudos, o haciendo fiestas con papás noeles hinchables del tamaño de un rascacielos. Pero si hasta hace nada bebíamos Jäger (un licor que espero que no exista cuando seas mayor) como si fuera agua y bailábamos hasta las diez de la mañana. No puede ser que tú, Tià, tú, que no tenías una puñetera idea buena, vayas a ser padre ahora”. Creo que Willy fue un buen resumen de la reacción de todo el mundo. Al final todos nos tomamos una cerveza a tu salud (menos mamá, claro, que se tomó un zumo. La verdad es que a veces sería justo compartir el embarazo el 50% del tiempo cada uno).
En fin, 6.8 centímetros, esta es la situación actual. Estamos bien y felices. Ahora mismo es como si no pasara nada, excepto porque vamos a ser papás. Cada vez me cuesta menos escribirlo, ¡supongo que es parte del aprendizaje! El ginecólogo nos ha dicho que en las próxima semanas la barriga de Martina crecerá una barbaridad y que en la semana veinte tenemos que hacernos otra ecografía. ¡Entonces ya sabremos si eres chico o chica!
Te voy a dejar, porque hay olas y Martina no para de insistir para que nos vayamos a surfear (qué energía tiene, madre mía. Parece que el embarazado soy yo). Pero tiene razón, tenemos que que aprovechar que tu madre todavía no tiene una sandía por barriga y puede tumbarse en la tabla.
Te empiezo a querer,
Tià[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][/vc_column][/vc_row]