[vc_row][vc_column][vc_single_image image=»954″ img_size=»full» alignment=»center»][vc_column_text]Portals Nous y Bendinat es una pequeña localidad costera, fuente de la felicidad estival de miles de personas y del sosiego invernal de varios miles menos. En este pequeño oasis de tranquilidad suceden cosas increíbles y tienen lugar las más maravillosas aventuras que podamos imaginar: en sus bosques aparecen seres inconcebibles, en sus mares las sirenas nos narran historias inverosímiles y, en sus cielos, pájaros que jamás se han podido ver hacen acrobacias que dejarían atónito al mejor trapecista del mundo, qué digo del mundo, ¡del universo!
En este increíble lugar es donde Águila Verde y Águila Roja, o Joan y Nachete, viven, crecen, disfrutan y, de vez en cuando, sufren algún desencanto. En esta ocasión les acompañaremos en una de las más singulares aventuras que han vivido y que ilustrarán este insuperable lugar que es Portals Nous y Bendinat.
Se hallaba Nachete esperando en el corazón del Bosque Secreto la llegada de Joan, su compañero dentro de la Patrulla Águila (pues así se habían bautizado tras la tremenda lucha contra los malignos Bárboles, de la que habían salido vivos de milagro). Habían quedado en verse cuando el sol se pusiera bajo la tercera rama del Pino Inmortal y ya estaba por lo menos por debajo de la quinta. Joan se retrasaba, y Nachete estaba impaciente por ponerse el casco de Águila Roja y recuperar sus poderes.
Al fin, a lo lejos y tras esperar por lo menos cinco o seis días, vio aparecer a Joan, que venía corriendo como si le persiguiera un dragón enfurecido de los que habitaban en aquel siniestro bosque. Inmediatamente se puso el casco para estar ya preparado cuando llegara su compañero. Notó cómo el poder fluía por sus venas y cómo llegaba hasta sus ojos la capacidad de la visión.
—Llegas tarde.
—¡Jolines, Nachete! Es que mi padre me ha obligado a tomarme el Cola Cao, y claro… ¿Nachete? ¿Por qué te pones de espaldas? ¿Por qué no me contestas? ¿Nachete?
—Hola, joven, ¿Puedo ayudarle? Parece que busca a alguien, pero yo no sé quién es el tal Nachete. Yo soy Águila Roja y estoy aquí esperando a mi amigo Águila Verde, que no sé dónde está y llega tardísimo a nuestra cita.
—¡Ostras! ¡El casco! Perdona Águila Roja, ya estoy aquí. Es que me ha atacado un erizo asesino cuando venía de camino y he tenido que acabar con él. ¡Ha sido durísimo!
—¡Águila verde! Qué sorpresa, me alegro de que hayas llegado sano y salvo. Llevas el casco torcido. Así mejor. No te lo creerás, pero ha pasado por aquí un joven rarísimo preguntando por un tal Nachete. La gente está chalada… Veo que has traído la cuerda, bien hecho. ¿No te molestará así envuelta en el pecho?
—No, no. Está muy bien atada. Me ha ayudado el Gran Sabio.
—¡Perfecto! Ese hombre siempre está cuando le necesitamos. ¿Empezamos la misión? No quiero llegar tarde al castillo de la Bruja Malvada.
—Sí, ¡Vamos!
Dicho esto, Águila Roja y Águila Verde se dirigieron a la velocidad del rayo hacia el oeste. El camino bajo sus pies no se veía. El polvo que levantaban se veía a metros, no, a kilómetros de distancia. En cuestión de décimas de segundo llegaron al Muro Que No Puede Ser Saltado, la barrera infranqueable que protegía el castillo de la Bruja Malvada.
—¿Preparado?—preguntó Águila Roja fijando una mirada de hierro en su compañero.
—Preparado.—Respondió un serio Águila Verde.
Entonces, al unísono, ambos superhéroes gritaron:
—¡SALTO INFINITO!
Mientras el rugido salía de sus gargantas, Águila Roja se arrodilló de espaldas al muro y unió sus manos para formar la Catapulta Infernal. Águila Verde, gracias al poder de la fuerza y la velocidad que le daba su casco, corrió más rápido que un guepardo, se apoyó en la catapulta en la que se había convertido Nachete y fue proyectado hacia el cielo como si de un cohete se tratara.
Águila Roja vio a su compañero volar hacia la cima del muro. Parecía que no lo iba a lograr. Estaba muy alto. Águila verde se estaba jugando la vida por el bien de la misión y no podían fallar.
—Vamos, Águila Verde, tú puedes…
Joan siguió volando hacia lo alto del muro y… ¡SÍ! Consiguió agarrarse a la parte superior con una única mano.
—¡Cuidado, Joan! Quiero decir: ¡Cuidado, Águila Verde! Sujétate fuerte.
Y entonces la vio.
No podía ser. No tan pronto. La pantera había vuelto y, peor todavía, Águila verde no podía verla porque solo Águila Roja tenía el poder de la visión. Justo al final del Muro Que No Puede Ser Saltado estaba agazapada la pantera más terrorífica que podáis imaginar. Mostraba unos colmillos de más de un palmo de longitud. Su pelaje atigrado (pues en el Bosque Secreto las panteras eran así) hacía que se confundiera con el paisaje otoñal que tenía detrás y que fuera prácticamente invisible incluso para Águila Roja. El animal empezó a deslizarse, sigiloso, hacia Águila Verde mostrando los colmillos y manteniendo una posición de ataque, con las patas delanteras flexionadas y las traseras preparadas para saltar sobre su víctima.
—No te muevas. La pantera está aquí y va hacia ti. Creo que la Bruja la envía, ¿puedes aguantar un poco más así colgado?—susurró Nachete a su compañero.
—No lo sé, los brazos empiezan a fallarme. Me duelen. Mucho.
—Aguanta, compañero, aguanta. Voy a salvarte.
Dicho esto, Águila Roja empezó a rebuscar en sus bolsillos, donde encontró el tirachinas que había construido cuando, en lugar de ser Águila Roja, era el Indio Fu y luchaban contra el ejército de vaqueros del Sur de Bendinat (aquella también fue una buena batalla, recordó Nachete). Sin apartar la mirada de su compañero y de la pantera asesina, se agachó y cogió la primera piedra de tamaño adecuado que pudo palpar.
Cargó el tirachinas.
—Aguanta, compañero.
Tensó la goma.
Apuntó.
Respiró profundamente y… ¡MIAAAAAAU! Acertó a la pantera en el lomo. El fiero animal emitió un aullido diabólico y huyó hacia las profundidades del bosque.
—¡Ya puedes subir!
Joan se izó a pulso y consiguió mantener el equilibrio sobre el Muro Que No Puede Ser Saltado y que él sí había conseguido saltar. Ayudó a su compañero a subir con ayuda de la cuerda que habían llevado y, una vez que estuvieron los dos arriba, se giraron para divisar su objetivo final.
Allí estaba. El tesoro. El objetivo de la misión que debían llevar a cabo, justo al alcance de su mano. Solo debían avanzar los pocos metros que faltaban y robar aquel tesoro del castillo de la bruja.
Medio agachados, fueron avanzando en el silencio más absoluto hacia la ventana en la que reposaba el tesoro. Estaban muy cerca.
—Cógelo tú, Águila Roja.—susurró Joan, que era el que iba detras.
—Está bien.
Águila Roja se levantó poco a poco y estiró las manos hacia el tesoro.
—Quema un poco…
—No pasa nada, dámelo, lo envolveré en mi camiseta.
Y así hicieron. Joan se quitó la camiseta y envolvió el preciado tesoro en ella. Se dieron la vuelta para marchar tan sigilosos como habían llegado y, entonces…
—¡EH! ¡Vosotros! ¡Gamberros! ¿Qué estáis haciendo?
—¡La Bruja! ¡CORRE, ÁGUILA ROJA, CORRE!
Saltaron del Muro Que No Puede Ser Saltado a la velocidad del trueno y empezaron a correr todo lo rápido que podían. Águila Verde casi se cae de cabeza, el tesoro entre las manos y la cuerda arrastrando por el suelo casi fueron su perdición. De lejos se escuchaban los gritos y amenazas de la bruja:
—¡Gamberros! ¡Ladrones! ¡Devolvedme mi tarta ahora mismo! ¡AHORA MISMO, HE DICHO! ¡VENID AQUÍ! ¡LADRONES, GAMBERROS, CHORIZOS!
Nuestras águilas no dejaron de correr hasta que no estuvieron tan lejos del castillo de la Bruja Malvada que era imposible que les diera alcance. Se sentaron en el bordillo de la calle uno junto al otro, cogieron aire y se miraron. La carcajada que soltaron fue tan brillante y sonora que incluso ellos se sorprendieron. Estuvieron horas y horas riendo, como buenos amigos, hasta que se serenaron y pudieron disfrutar del merecido tesoro, que tenía un delicioso gusto a manzana y un maravilloso olor a canela.
Y así es, queridos lectores, cómo la Patrulla Águila completó, con éxito rotundo, otra peligrosa misión en el maravilloso mundo de Portals Nous y Bendinat. Volveremos para contar más aventuras de esta pareja de intrépidos aventureros, aunque esperemos que tarden un tiempo en volver al castillo de la Bruja Malvada, porque es muy probable que la Bruja esté atenta por si otro de sus tesoros vuelve a desaparecer.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][/vc_column][/vc_row]